La epilepsia es una enfermedad neurológica que produce, de forma imprevisible, breves perturbaciones en las funciones bioeléctricas de una zona concreta del cerebro. Normalmente, el cerebro produce millones de cargas eléctricas que se propagan por todo el cuerpo. Cuando una persona sufre epilepsia, este patrón normal puede ser interrumpido por ráfagas intermitentes de energía eléctrica que son mucho más intensas de lo habitual. Estos cambios físicos se conocen como crisis epilépticas. La epilepsia se diagnostica cuando las crisis epilépticas se suceden de forma espontánea e imprevisible, o cuando no se puede demostrar una lesión en el cerebro.

Las causas de la epilepsia son múltiples y variadas. Hay causas genéticas (como puede ser una proteína anómala), de daño durante el parto (falta de oxígeno en el cerebro), de traumatismo cráneo-encefálico, de tumor cerebral, de enfermedad degenerativa o demencia, etc. Alrededor de la mitad de los pacientes con epilepsia no tienen una causa específica. La epilepsia puede venir de nacimiento, pero es más probable que sea adquirida a lo largo de la vida e, igualmente, en estos casos suele ser más traumática.
El diagnóstico de la epilepsia se realiza conforme se van repitiendo las crisis a lo largo de la vida. Se pide información al paciente y a los acompañantes que han presenciado sus crisis. Esta es la principal herramienta del médico en el diagnóstico de la epilepsia; en este sentido, tan importante es el aspecto que muestran las crisis como las circunstancias previas a las mismas. Otras herramientas básicas para su diagnóstico son el Electro Encefalo-Grama (EEG), la Tomografía Computerizada (TAC) o la Resonancia Magnética cerebral (RM).

Hay muchos tipos de crisis que puede sufrir un enfermo de epilepsia y estos serían los principales:

· Crisis parciales

Crisis en las que la actividad bioeléctrica anormal está limitada a una zona específica.

· Ausencias

Crisis en las que el paciente queda semiconsciente durante unos segundos (con la mirada fija) y vuelve posteriormente a la normalidad.

· Crisis generales atóniques

Crisis en las que se produce una pérdida brusca del tono muscular. En estas crisis se pueden producir cabezadas, pérdidas de postura o, incluso, un colapso repentino.

· Crisis generales mioclónicas

Crisis en las que el paciente, estando inconsciente, sufre de contracciones rápidas y breves de los músculos corporales, generalmente a ambos lados.

· Crisis generales tonico-clónicas

Crisis en las que el paciente, estando inconsciente, sufre de rigidez (contracción) en las extremidades y la cara, seguida de sacudidas (relajación)…

Se pueden dar 2 o más tipos de crisis en el mismo paciente.

En caso de encontrar a una persona que sufra un ataque epiléptico, es importante seguir unos pasos claros y sencillos:
  • Para empezar, hay que mantener la calma, ya que una vez empieza una crisis ya no se puede parar
  • Hay que dejar espacio alrededor del enfermo y apartar los posibles objetos peligrosos
  • Igualmente, es importante poner a la persona de lado, por si debe sacar algo por la boca para que no se ahogue
  • En caso de que la crisis dure más de 5 minutos, hay que avisar a un médico o a urgencias (112)
  • Finalmente, cuando acabe la crisis, hay que comprobar que la persona está bien y permitir que descanse, porque después de algunas crisis de epilepsia pueden quedar inconscientes durante unos minutos
Los médicos son los encargados de tratar a los enfermos de epilepsia. El tratamiento de la epilepsia se realiza, principalmente, a base de fármacos. Alrededor del 70% de los casos se pueden controlar completamente con fármacos. Pero el 30% de los casos son fármaco-resistentes, y a estos pacientes hay que hacerles pruebas complementarias y estudios más complejos con la ayuda de neuropsicólogos y psiquiatras. Igualmente, el estilo de vida del paciente es un factor esencial para el control de la enfermedad. Por otro lado, la cirugía es el tratamiento más efectivo en los casos de epilepsia refractaria en que los pacientes no responden a la medicación.
No, la epilepsia no es contagiosa. No puedes contraer la epilepsia a partir de otra persona y nadie la puede contraer de ti.
Si crees que tú o alguien de tu entorno puede sufrir epilepsia, es importante explicarle al médico lo que sucede. Si has sufrido crisis, mantén un registro de la frecuencia con la que se producen, la hora del día y la forma que adoptan. Esta información ayudará al médico a determinar si lo que describes podría ser algún tipo de epilepsia o no.
· No forzar a la persona para que abra la boca ni ponerle nada dentro · No trasladar a la persona a otro sitio · No intentar impedir que la persona se mueva o tiemble, ni intentar parar las convulsiones · No intentar despertar a la persona. No gritarle ni sacudirla · No darle agua, alimentos ni ningún tipo de medicación por vía oral mientras dure la crisis
La cirugía es la principal opción para la mayoría de personas con epilepsia refractaria (aquellas que no responden a la medicación). Su objetivo es la extirpación de la región epileptógena sin que comporte secuelas importantes para el paciente. Es necesario un riguroso estudio pre-quirúrgico que garantice que el procedimiento llevado a cabo tenga una alta probabilidad de éxito. No todas las epilepsias de difícil control son operables.